Primero fueron los inmigrantes los que, con su trabajo, recompusieron y estimularon un mercado laboral totalmente desajustado, con tasas de desempleo antieuropeas y en el que unos pocos trabajaban para garantizar las pensiones de muchos. Ahora, paradójicamente, son los más mayores, unos de los principales beneficiados de aquella situación, los que han convertido su cuidado en un auténtico filón laboral y han dado un respiro a un mercado de trabajo en pleno declive.
Los trabajos relacionados con los servicios sociales y sanitarios han salvado en 2007 las cifras de afiliación a la Seguridad Social y ya son responsables de cuatro de cada diez nuevos registros en el sistema, un indicio de que ya no se crea empleo en otros sectores.
El año pasado, el sector servicios generó nueve de cada diez afiliados y prácticamente la mitad —203.000— fueron en áreas que afectan a la atención de dependientes y sanitaria.
El mercado de la dependencia se está moviendo con fuerza pese que apenas comienza a andar. A principios de 2007, la Ley de Dependencia, que regula el derecho de las personas que no se pueden valer por sí misma puedan recibir atención por parte del Estado, entró en vigor.
El calendario recogía ya que en 2007 cerca de 200.000 dependientes graves se incorporasen a este sistema de protección. Su atención sin duda ha multiplicado exponencialmente la personas que trabajan en servicios sociales, fundamentalmente en el sector público. El Gobierno cifra en 1,1 millones las personas dependientes, un colectivo se nutre de mayores de 65 años y que alcanzará 1,5 millones en 2020. En 2015 habrá 8,5 millones de mayores de 65 años.
A la vista de los datos, la previsión del Gobierno de 300.000 trabajadores dedicados a los dependientes en 2015 puede ser demasiado moderada.
Enrique Morales, en La Gaceta de los Negocios, 25-2-2008

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